Belén Significa la Casa del Pan

“La adoración de los Reyes Magos” - Giotto (1304-1306) 
La Biblia es sagrada literatura que extiende sus metáforas en el espacio y en el tiempo. Cuando los israelitas ocuparon Belén, cambiaron el nombre cananeo de Beth Lahamu (‘casa del dios Lahamu’, que solía ser representado como una serpiente, como el símbolo del Mal para los judíos) por el hebreo de Bet Léhem (‘casa del pan’). Tuvieron que pasar más de mil años para que este juego de palabras, esta casa del mal vencido que se transforma en casa del pan, se hiciese Palabra y cobrase todo su sentido. Ya lo sabéis, allí, en un pesebre, donde come el ganado, el Creador se hizo Criatura y se hizo Pan de Vida.

Si, se hizo pan, el alimento más sencillo y más  necesario: el "fruto de la tierra y del trabajo del hombre" que el mismo Dios recrea:
Yo soy el pan vivo que bajado del cielo; el que coma de este pan, vivirá para siempre. (Jn 6, 51)
Y, tomando pan, después de pronunciar la acción de gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía". (Lc 22, 19-20)
Caminemos pues esta Navidad a Belén para adorar a ese Niño que es Dios hecho hombre y comamos alegres su Pan, que es Paz, que es Amor, que es Perdón, que es Eucaristía, y descubrámoslo -confiados y amantes- en el silencio, en la oración, en el servicio al prójimo, con la esperanza cierta de que Él nos transforme y vivamos ya para siempre.
FELIZ NAVIDAD
Juan Pablo Navarro

Veinte peticiones para los veinte misterios del Santo Rosario

Este verano, el día de la Asunción, el Papa Francisco, desde el balcón de Castelgandolfo, lanzó esta pregunta: "¿Vosotros rezáis el Rosario todos los días". Mi respuesta fue un claro no y desde entonces me he aplicado en su oración diaria.
En el Rosario, el incansable repetir de padrenuestros y avemarías acalla el cerebro para que el corazón medite los misterios principales de la vida de Cristo y de la Virgen. Como toda oración, la base es el silencio que escucha para entablar un diálogo donde bendecimos, adoramos, pedimos, intercedemos, damos gracias y alabamos.
Desde esta mirada me atrevo a rogar una serie de peticiones inspiradas en los misterios del Rosario:


Misterios Gozosos
Primer misterio:  
La Anunciación y Encarnación del Hijo de Dios en las purísimas entrañas de la Virgen María. 
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que con corazón alegre seamos esclavos del Señor.

 Segundo misterio: 
La Visitación de María Santísima a su prima Santa Isabel
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que, como tu prima Isabel, descubramos a Cristo en Ti.

Tercer misterio: El nacimiento del Niño Jesús en el pobre y humilde portal de Belén.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que, como los pastores, libres del miedo, descubramos y adoremos a Jesús en la debilidad, en la humildad y en la gloria del pesebre.
 
Cuarto misterio: La Purificación de la Virgen María y Presentación del Niño Jesús en el Templo.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que, como Simeón, aguardemos confiados la llegada del Salvador y aceptemos, como tú, al Signo de Contradicción aunque una espada nos atraviese el corazón.
 
Quinto misterio: El Niño Jesús perdido y hallado en el Templo.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que descubramos a Cristo en la Iglesia y en el templo de nuestro corazón.


Misterios Luminosos
Primer misterio: El bautismo de Jesús en el río Jordán.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que el Espíritu nos abra los cielos y descubramos al Hijo amado en el que el Padre se complace.
 
Segundo misterio: Jesús y María en las bodas de Caná.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que de igual modo que en Caná adelantaste la manifestación del Mesías en la cruz, la Eucaristía sea un adelanto de la Parusía, de la segunda venida de Nuestro señor Jesucristo.
 
Tercer misterio: Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que la Buena Noticia se haga reino en nuestro corazón y la compartamos alegres y amorosos con nuestro prójimo, de igual manera a como Cristo amó.
 
Cuarto misterio: La transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que en un "continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar", traigamos "el amor y la fuerza que derivan de éste, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios" (del último Ángelus de Benedicto XVI) 

Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que la Eucaristía sea fuente, centro y culmen de nuestra vida cristiana.


Misterios dolorosos 
Primer misterio: La oración de Jesús en el huerto de Getsemaní.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que aceptemos a través de la oración continua la Voluntad de Dios aunque no coincida con la nuestra.

Segundo misterio: La flagelación de Jesús, atado a la columna.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que aceptemos que nos "azoten" por causa de la Justicia y descubramos el amor que se esconde en todo sufrimiento.

Tercer misterio: Jesús es coronado de espinas.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que aceptemos que nos insulten, nos persigan y calumnien de cualquier modo por Su causa.
 
Cuarto misterio: Jesús con la cruz a cuestas, camino del Calvario.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que aceptemos cargar con la cruz de cada día con amor manso y paciente.
 
Quinto misterio: La crucifixión y muerte de Jesús.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que aceptemos que nos crucifiquen  por causa del Perdón y del Amor


Misterios gloriosos
Primer misterio: La Resurrección del Señor.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que al resucitar nos muestres a Jesús, fruto bendito de tu vientre,

Segundo misterio: La Ascensión del Señor al cielo.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que volvamos siempre alegres a Jerusalén.

Tercer misterio: La venida del Espíritu Santo sobre el Colegio apostólico.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que el Espíritu Santo llene nuestra casa y sepamos hablar a cada uno en su lengua.

Cuarto misterio: La Asunción de Nuestra Señora al cielo.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que abogues para salvarnos de todo lo que nos juzga y nos mata y seamos, por el contrario, semilla sembrada en tierra buena que da fruto.

Quinto misterio: La coronación de la Virgen María como Reina del universo.
Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores para que Dios todopoderoso nos conceda que, protegidos por su intercesión, alcancemos la gloria en el reino de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén».

Juan Pablo Navarro

El Dios que imaginó Bertrand Russell


Bertrand Russell (1872-1970), aristócrata inglés, filósofo y Premio Nóbel de Literatura, fue un adalid del ateísmo. Él decía que, si se encontrase con Dios cara a cara cuando muriese, él exigiría una explicación de por qué no había hecho evidente su existencia. Pascal decía, por el contrario, que toda religión que no afirme que Dios está oculto, no es verdadera. 
Pero no es mi intención debatir con Russell. Al contrario, lo que quiero es meditar sobre el dios que se imaginó el ateo Russell para exigirle una respuesta. 
Ese dios hipotético llama en primer lugar la atención porque se le puede interrogar sin temor, no es un Baal terrorífico, no es un dios que nos obligue a escondernos. Respetuoso de nuestra libertad es un dios, por tanto, al que se le interroga porque se espera respuesta; es un dios dialogante. Y, así, esa pregunta nace de la esperanza de encontrar la Verdad en ese dios al que se interpela.
Además, es un dios humilde y débil que admite que se le juzgue: de igual modo que Cristo, a quien se le interrogó, acusó y condenó. Pero la pregunta de Russell no es una acusación ni una condena, parece más bien un lamento por no contemplarlo ya. Este dios deseado, debe ser, de esta manera, un dios que es Amor, meta de nuestra búsqueda incansable de la verdad. Recuerda su pregunta al amante que se duele de que su amor no haya sido eterno: Amado ¿por qué tardé tanto en conocerte?
Así que este dios de Russell me acerca al Dios que nos mostró Cristo, amor incondicional escondido en nuestro propio corazón.



"Es verdad: tú eres un Dios escondido, 
el Dios de Israel, el Salvador.
Se avergüenzan y se sonrojan todos por igual,
se van avergonzados los fabricantes de ídolos;
mientras el señor salva a
Israel con una salvación perpetua,
para que no se avergüencen ni se sonrojen
nunca jamás.

...No te hablé a escondidas,
en un país tenebroso,
no dije a la estirpe de Jacob:
" Buscadme en el vacío."
 

...Yo soy un Dios justo y salvador,
y no hay ninguno más..." 

(Is. 45,15-26 )

Juan Pablo Navarro
 

La fe nos da la vida - Historia de la Hermandad de La Carretería por Ángel Pérez Guerra




“Se juntaron los hermanos que quedaron bibos”. ¡Tremenda frase¡ ¡cuántos escritores habrían deseado que la inspiración les regalase una frase así! Toda una vida dedicada a ese raro arte de escribir quedaría justificada con ella. Estás palabras dramáticas se escribieron en 1649 y han permanecido ocultas hasta que las ha descubierto el periodista Ángel Pérez Guerra en una de esas tareas con las que nos comprometemos en esta vida y que, en principio, son  poco regalo y mucho trabajo. Embarcado durante años en escribir una historia de la Carretería basada en sus archivos históricos, su esfuerzo ha encontrado fruto en su libro Dios, Hombres, Ciudad – Historia y vida de la Hermandad de La Carretería (Sevilla).
Es eso lo que encontramos en este libro, una historia de fe y de amor a Dios de los hombres que han dado vida a la Hermandad de la Carretería en esta ciudad que llamamos Sevilla y que, de la misma manera que lo pequeño nos habla de lo grande, lo débil de lo fuerte, el átomo del Universo, se nos convierte en una recreación de la vida del Hombre, de las ciudades que habitamos, en las que la Vida se mantiene porque siempre unos pocos confiados se unen y siguen vivos a pesar de la pobreza, de la enfermedad y de la muerte.
Leemos, como, en 1972, el reverendo D. José María Torres García les decía a los hermanos carreteros que las hermandades están “para propagar la fe y dar culto a Dios”. Pero, al leerlo, ya sabíamos que ellos lo habían hecho de manera heroica desde la pobreza. Con su fe superaron los numerosos años en que la salida y los cultos anuales no dependían de la climatología, como en los días de hoy, que, aunque en crisis, todavía opulentos, sino de los limitados recursos, casi siempre insuficientes, de sus hermanos. Y ya habíamos descubierto cuántas veces unos pocos hombres arrojados, por su fe en Dios, por su amor al Cristo de la Salud, se juntaron para seguir vivos. Sí, se juntaron como en aquella ocasión de 1649, en plena peste bubónica que diezmó a media Sevilla, para volver a elegir a los nuevos oficiales de la cofradía porque los que habían elegido una semana antes habían muerto todos y porque los que quedaban necesitaban estar vivos de cuerpo y alma para dar vida a la Vida.
Y es que este es el carisma de los cristianos: confiar a pesar de nuestro saber, esperar contra toda esperanza, y amar aunque estemos desolados. Así que, querido Ángel, amigo mío, gracias por tu paciente afán, pues me has mostrado en el testimonio de estos humildes hermanos lo que es nuestra Fe, lo que es estar vivo.


Juan Pablo Navarro


Porta Fidei - La Puerta de la Fe



  • "Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad... por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo... han confesado la belleza de seguir al Señor Jesucristo"

Debo reconocer que Joseph Aloisius Ratzinger, que ha ejercido el papado bajo el nombre de Benedicto XVI, me ha ayudado ha profundizar en mi fe. Por ello, no se me ocurre mejor homenaje que reseñar su carta pastoral Porta Fidei escrita con motivo del año de la fe (11/10/2012+24/11/2013): "La puerta de la fe, que introduce en la vida de comunión con Dios y permite la entrada en su Iglesia, está siempre abierta para nosotros. Se cruza ese umbral cuando la Palabra de Dios se anuncia y el corazón se deja plasmar por la gracia que transforma". 
La carta parte de un diagnóstico claro: "mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad". Por ello, afirma que debemos descubrir de nuevo la Palabra y el Pan de la vida.
Reconoce que "la renovación de la Iglesia pasa también a través del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes... la iglesia, abrazando en su seno a los pecadores, es a la vez santa y siempre necesitada de purificación, y busca sin cesar la conversión y la renovación. La Iglesia continúa su peregrinación".
Por tanto, el Año de la Fe es una invitación a la conversión al Señor que ha revelado "en plenitud el Amor que salva”. Ese Amor nos impulsa a "una nueva evangelización para redescubrir la alegría de creer y volver a encontrar el entusiasmo de comunicar la fe... La fe crece cuando se vive como experiencia de un amor que se recibe y se comunica como experiencia de gracia y de gozo". La profundización en la fe nos ayudará a adherirnos al Evangelio con mayor conciencia y vigor "para transmitir mejor a las generaciones futuras la fe de siempre."
Expresa el deseo de que este Año suscite a los creyentes "la aspiración a confesar la fe con plenitud y renovada convicción, con confianza y esperanza" y "para intensificar la celebración de la Eucaristía que es la cumbre a la que tiende la acción de la Iglesia y también la fuente de donde emana toda su fuerza".
Profundizar en la fe supone profundizar "en el acto con el que decidimos entregarnos totalmente y con plena libertad a Dios". El contenido de la Fe enseñado en el Catecismo solo adquiere "pleno sentido cuando se pone en relación con la fe, la liturgia y la oración".
La fe se enfrenta a la mentalidad actual que reduce el ámbito de las certezas a los logros científicos pero "la Iglesia nunca ha tenido miedo a mostrar cómo entre la fe y la verdadera ciencia no puede haber conflicto alguno, porque ambas, aunque por caminos distintos, tienden a la verdad".
No podemos olvidar que aquellos que no encuentran la fe pero "buscan con sinceridad el sentido último y la verdad definitiva de sus existencia" se encuentran en un "preámbulo de la fe" que conduce "al misterio de Dios".
La historia de la Iglesia nos habla del misterio de la santidad y el pecado. Por la primera se "pone de relieve la gran contribución" para el desarrollo de los hombres. Por el segundo, se suscita "en cada uno un sincero y constante acto de conversión".
Debemos tener la mirada fija en Cristo ya que en su Encarnación descubrimos "la alegría del amor, la respuesta del sufrimiento y el dolor, la fuerza del perdón ante la ofensa recibida y la victoria de la vida ante el vacío de la muerte".
Enumera que por la Fe, María acogió la palabra del Ángel y creyó "que sería la Madre de Dios", por la fe "los apóstoles dejaron todo para seguir al maestro... por la fe, los discípulos formaron la primera comunidad reunida en torno a la enseñanza de los Apóstoles, la oración y la celebración de la Eucaristía, poniendo en común todos sus bienes.. Por la fe, los mártires entregaron su vida como testimonio de la verdad... por la fe, hombres y mujeres han consagrado su vida a Cristo... han confesado la belleza de seguir al Señor Jesucristo donde se les ha llamado a dar testimonio de su ser cristiano en la familia, la profesión y la vida.
Y concluye citando al apóstol Santiago que dice:"¡De qué le sirve a uno, hermanos míos, decir que tiene fe, si no tiene obras... Tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame esa fe tuya sin obras, y yo con mis obras te mostraré mi fe", para recordarnos que debemos ser testimonio de la caridad. Nos cita a San Pablo "que pidió al discípulo Timoteo que buscara la fe con la misma constancia que cuando era niño" para "distinguir con ojos siempre nuevos la maravilla que Dios hace por nosotros". Y nos da el último rayo sobre la fe con el apóstol San Pedro: "Por ello os alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas" para afirmar que las pruebas de la vida nos permiten conocer el misterio de la Cruz y ser preludio de la alegría definitiva.
Así que "confiemos a la Madre de Dios, proclamada bienaventurada porque ha creído (Lc1-45) este tiempo de gracia".

Juan Pablo Navarro

Cuaresma: oración, limosna y ayuno

Jesús de la Pasión por Tortelero, 1747

Hoy es Miércoles de Ceniza, tiempo de oración, limosna y ayuno en el que nos preparamos para vivir la Pasión y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración que significa silencio para escuchar a Dios, hablarle y amarle.
Limosna que es silencio para escuchar al próximo, hablarle y amarle.
Y ayuno de todo lo que impide nuestro silencio, nuestra escucha y nuestro amor.

Y todo ello, no gracias a nuestro esfuerzo sino a nuestro recibir alegre de la salvación que Cristo ofreció para todos en la cruz como perdón de nuestros pecados.
 
Juan Pablo Navarro
maratania@maratania.es

Fraternidad

Dadme una sociedad perfecta, donde el estado procura pan, salud y educación, trabajo para todos, todo lo necesario y lo útil. Pueda imaginármela fría como el hielo.
Dadme un individuo que practique la fraternidad. Eso sí calienta mi corazón.

Juan Pablo Navarro
maratania@maratania.es
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“Y tú, Señor, ¿hasta cuando…?” grito existencial ante el silencio de Dios – El Salmo 6

El Salmo 6 es uno de los grandes poemas de la Biblia. En sus versos se rezuma agotamiento, tormento, desesperación. Un hombre llorando en su lecho de dolor es la imagen que nos reproduce. La incomprensión por el hombre del silencio de Dios, el desencuentro constante con Él y su necesario descubrimiento definitivo son temas raíces de la Biblia. Los acontecimientos de cada día nos llevan a sufrir por nuestras preguntas sin respuesta, por el estremecimiento de la soledad. Buscamos desesperadamente, esperanzadamente, una luz que nos sostenga.
El Salmo 6 nos muestra a ese hombre exhausto en su enfermedad espiritual. Son versos para ser leídos con un sentimiento apasionado; debemos sentir en su lectura el tormento, gritar la hartura de silencio y llorar de desesperación para alcanzar el sollozo de gozo final.
Señor, no me reprendas por tu enojo
ni me castigues por tu indignación.
El salmo se inicia con esta súplica para que Dios le libre de su enojo; la conocida ira de Dios. Entendiendo que esta ira nunca se refiere a una pasión de Dios dirigida al hombre sino como el fruto doloroso de la ausencia de Dios. Lógica súplica del hombre que ya padece ésta y se revuelve contra ese dolor que con dramáticas palabras exponen los siguientes versos:
Ten piedad de mí, porque me faltan las fuerzas;
sáname, porque mis huesos se estremecen.
Mi alma está atormentada,
y tú, Señor, ¿hasta cuándo…?
Vuélvete, Señor, rescata mi vida,
sálvame por tu misericordia,
porque en la Muerte nadie se acuerda de ti,
¿y quién podrá alabarte en el Abismo?
Estoy agotado de tanto gemir:
cada noche empapo mi lecho con llanto,
inundo de lágrimas mi cama.
Mis ojos están extenuados por el pesar
y envejecidos a causa de la opresión.
Estos versos escritos hace más de 2.500 años reflejan al hombre de hoy y de siempre, en su sufrido y solitario camino alejado cada vez más de Dios. “Y tú, Señor, ¿hasta cuando…?” refleja nuestro grito existencial ante el silencio de Dios. Y se manifiesta en un dolor que estremece el cuerpo y atormenta el alma, en una muerte donde habita el olvido y Dios no existe. Esa vida lleva al llanto, a quedar postrado en la cama sin avanzar, a la depresión de una vida ciega y vieja.
Su dolor es el del que ya reconoce los síntomas de su mal y quiere sanar. No es un hombre sedado que desconoce que la enfermedad avanza en su interior. Por eso, el salmo concluye con la alegría del salmista. Su oración alcanza la misericordia y ruega a Dios que el mal, el sufrimiento y la muerte retrocedan avergonzados.
Apártense de mí todos los malvados,
porque el Señor ha oído mis sollozos.
El Señor ha escuchado mi súplica,
el Señor ha aceptado mi plegaria.
¡Que caiga sobre mis enemigos
la confusión y el terror,
y en un instante retrocedan avergonzados!
Con esa esperanza vivimos; con la esperanza de que nuestra oración que brota desde nuestra alma seca, sorda y ciega, alcance la luz de Dios y ya no tengamos miedo.

Juan Pablo Navarro
maratania@maratania.es
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La Carta que me enviaron los Reyes Magos



Son ya bastantes los años en los que en este día te enviámos regalos. Ahora, hemos pensado que sería bueno escribirte a ti en vez de que nos escribas a nosotros y descubrirte los mejores regalos que ya posees.
Todos los hombres tienen algo que les guía y es preciso acertar con la estrella que alumbra nuestros pasos y, una vez encontrada, no perderla. Así nos pasó a nosotros, fuimos a donde habitaba el mundo, el poder y el dinero y dejamos de verla. Sabrás que sólo por la lectura de la Palabra la volvimos a ver y que esta nos llevó a ese pequeño y débil niño que había nacido en los aledaños de un pequeño y olvidado pueblo, Belén, y que reposando en un pesebre, donde comen los animales, se ofrece como alimento para todos. Y así, nosotros le ofrecimos nuestro oro, nuestro incienso, nuestra mirra, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestra existencia, para que nuestras vidas tuvieran sentido.
Así que te animamos a que tu vida sea un encuentro con Jesús, Dios que nos salva. Por ello, déjanos que te recordemos muchos de los regalos que ya tienes.
Primero, el de la Palabra recogida en la Biblia. Léela, a poder ser, diariamente. La Biblia es buena literatura y su profundo sentido no se alcanza de una lectura superficial. Es necesario leerla, releerla y buscar su entendimiento. Ser sabio, es decir, saber desenvolverse en la vida, es lo que puedes alcanzar con ella. ¿Tienes algo mejor?
Segundo, la oración. Los cristianos podemos vivir en oración continua. Eso, entre otras muchas cosas, significa que toda nuestra vida es una oración. Cristo habita en tu corazón y te acompaña, créelo porque es así. Lo percibas o no, Él siempre esta ahí. Así que descubre su presencia en todo momento. Eso significa que nunca estás solo, que vives acompañado: aprende a hablarle y a escucharle. Este diálogo te llevará a superar una de las tenazas que te aprietan en la vida: la soledad. Tu vida será cada día más confiada por mucho que arrecie el temporal y siempre, cuando no puedas andar sobre las aguas y te ahogues, podrás asir la mano del que siempre te acompaña.
Me dirás que la oración te resulta seca. No es ningún secreto que muchos de nuestros retos pasan por la aridez del estudio, de la repetición, de la frustración. Eso puede ser cierto pero ¿no es acaso imagen del desierto de nuestras vidas? Te es necesario andar por ese desierto y sentir sed para que, cuando llegues a ricos manantiales, puedas saciarla. Y, sobre todo, recuerda que oración es comunicación; comunicación contigo y con Él, donde se haya toda respuesta.
Tercero, y este es privilegio de los católicos, tienes el gran regalo de los sacramentos, sobre todo el de la Reconciliación y el de la Eucaristía. No seas insensato y aprovéchalos, nada hay en la vida que te dé más riqueza que éstos. Te lo repito, ni un buen coche, ni un buen trabajo, ni una buena casa, con ser cosas buenas, son comparables al perdón y al alimento de Cristo.
Descubrir qué nos estorba en nuestro camino debe ser una gran alegría, pues conocer lo que nos obstaculiza nos permite buscar los medios para superarlo y, de este modo, el perdón es lo que lo remueve. A su vez, sé siempre pródigo en el perdón. Si rezas atentamente el Padrenuestro descubrirás que de las peticiones que se hacen solo hay una en la que nos igualamos a Dios, el perdón: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.
Por otro lado, el mayor regalo es la Eucaristía, nuestro alimento. ¿Eres consciente de que es el mismo Cristo el que se te ofrece como en el pesebre? Como en la oración, podrás decirme que no sientes nada, que no te dice nada; pero si es así, como en aquella, hablará más del desierto de tu alma que de la Misa misma, asistir a ella es una suerte que no debes desaprovechar. En ella obtendrás la fuerza que necesitas en este camino que es la vida y, de alguna manera, es ya anticipo de la vida nueva que vivirás tras ésta. La Misa es el rito más profundo e inabarcable y es compendio de la vida cristiana. Además, es acción de gracias y necesitamos dar gracias en todo momento, pues no hay mayor felicidad que la del que se sabe regalado. Y es necesario hacerlo en comunidad, pues Cristo nos lo señaló así; nuestra fe no es de solitarios sino de hermanos que comparten un mismo credo. Por tanto, no les niegues a tus hermanos el amor de tu fe cada domingo y, si lo necesitas, cada día.
Sí, es necesario compartir y, por eso, busca la Palabra en compañía, reza con otros, disfruta de los Sacramentos con los demás, sobre todo con los más próximos, con tu prójimo, y, más que nadie, con quien compartes cada día. Haz con ella, al menos, la oración nocturna y, déjame decirte, que aunque uno de vosotros, o los dos, acabéis abatidos por el sueño, no habrá nada en el día que contribuya más en vuestra convivencia.
La soledad, el dolor y la muerte son los miedos del camino. Cristo se ofrece para superarlos, dándote compañía, revelándote el sentido y resucitándote tras el día postrero. Este Mundo, en cambio, a la soledad le añade angustia, al dolor penuria, a la muerte tragedia. Así que verás que, como cualquier regalo, nada se te pide, todo se te ofrece, sólo hace falta aceptarlo. Y aceptado, descubrirás que, cada día, tú mismo y los otros se harán más el Otro y tu amor será más pleno. Y la vida tendrá sentido y siempre estará colmada de Esperanza.
Y con ello, nos despedimos y te aseguramos que nunca te hemos dado mejor presente que el que conllevan estas palabras. Así que, disfruta de tu regalo y entiende que el cristianismo no es un conjunto de normas ni de ritos ni de creencias en común, aunque, como cualquier cosa de los hombres, las tenga, sino que es la historia de un encuentro personal de uno mismo con Cristo. Ya muchas de tus puertas se las has abierto, sigue abriéndolas una a una para que Él habite en ti, aunque su amor es tan inmenso que sólo la eternidad lo abarcará.


 
Juan Pablo Navarro 
maratania@maratania.es